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 “Un hecho no es tan importante como nuestra actitud hacia él, ya que eso determina nuestro éxito o fracaso”.

                                                                                  NORMAN VINCENT PEALE

“Lamentamos sólo las cosas que no hemos hecho”

                                                                                             MARCEL PROUST

 

El futuro es incierto. Quizás sea un tópico afirmarlo: Cualquier cosa por venir siempre es desconocida, dudosa. Pero sin duda, en estos tiempos actuales, cambiantes, acelerados, que transcurren a un ritmo vertiginoso, imparables, donde vivimos inmersos en la globalización, hablar de un futuro desconocido, o aleatorio, es hablar con propiedad. No sabemos qué nos deparará la próxima década, tampoco el próximo mes. Y estos cambios son tan rápidos, tan frenéticos, que lo que hace unos años se describía como  totalmente perjudicial, contraindicado, hoy puede declararse no sólo inocuo sino poseedor de innumerables alabanzas y beneficios.

Con este panorama, mi pregunta es si el tema de las tablets o dispositivos digitales y los niños, ampliamente criticado y cuyas objeciones o inconveniencias (o lo contrario) han generado ríos de tinta en cientos de artículos no se convertirá en uno de estos casos, y dentro de unos años podamos leer, también en cientos de artículos, lo contrario.

Por que como todo en esta vida, y este principio es intemporal, lo que me afecta y me condiciona no es lo que me ocurre, sino cómo interiorizo, cómo me tomo eso que me ocurre. Así que lo perjudicial para los niños no son las tablets y los móviles,  ni el tiempo – mayor o menor – que pasan con ellos. Sino cómo asimilan, como interpretan, cómo interiorizan,… cómo “usan” ese tiempo.

Dicho todo lo anterior a modo de breve introducción, me remito al título de este post y voy al grano sobre los motivos de por que yo, como padre, si permito a mi hijo el acceso, a veces prolongado, a dispositivos digitales .

Seguro que todos tenemos un amigo o un familiar que al día de hoy se gana la vida profesionalmente en una ocupación  que en un momento inicial empezó como un hobby. Cito el ejemplo de alguien que allá por la última década del pasado siglo se adentró en la informática como un divertimento, para finalmente desarrollar unas habilidades y adquirir unos conocimientos que hoy lo sustentan a nivel profesional.  Vive de un hobby al que le dedicó mucho tiempo.

Como decía más arriba, poco podemos conocer de manera segura sobre el futuro. Algo que si podemos intuir es el hecho de que estaremos rodeados de dispositivos e interfaces, de pantallas táctiles que nos abrirán ventanas a menús digitales con posibilidades aún desconocidas y casi infinitas: Realidad virtual, inteligencia artificial, interconectividad, robótica,…

Quizás, los profesionales del mañana comiencen hoy a relacionarse con el medio en el que trabajarán, desde muy pequeños.

Este es el PRIMER MOTIVO por el que creo  positivo dejarles el móvil o la tablet a nuestros hijos. En la infancia el aprendizaje de cualquier habilidad, sobre todo a través del juego es rápido y firme, y si es sostenido y continuado, puede crear las bases de futuras competencias. Además, nuestros hijos forman parte de las primeras generaciones de nativos digitales. Será por algo y para algo…

Un SEGUNDO MOTIVO, y no atendiendo a orden o jerarquía alguna, se centra en el uso que hacen del dispositivo: En el “cómo” y el “qué” hacen con él en las manos.Veréis: Todos hemos visto niños totalmente adsorbidos por el dispositivo y sus estímulos, inmóviles, en un estado catatónico, quietos durante horas, secuestrados por las múltiples luces y sonidos. En esta especie de “autismo temporal” se enfrentan el beneficio del desarrollo de la capacidad cerebral de gestionar múltiples estímulos a la vez (que está estudiado que ofrece el dispositivo) a la situación de aburrimiento en la que cae el niño  cuando juega con otros juguetes  que no producen  estímulo alguno: El coche de bomberos o el Playmobil no se mueven, hay que moverlos. No hacen ruido, no hacen nada por si solos.

Pero hay ocasiones en que los niños se relacionan con el dispositivo de otra manera: he visto un grupo de niños, que interactuaban y se relacionaban entre ellos, hablando, jugando, riendo, y donde el aparto digital había perdido su protagonismo. Mi pequeño habla y comenta mientras  juega y después de haber jugado, se sorprende, ríe, (también se enfada), me busca para enseñarme y compartir un video o una partida. Es decir, interactúa con el aparato y no se convierete simplemente un receptor de estímulos.

También, le he escuchado palabras, frases o giros expresivos que me han sorprendido y que a mi pregunta de dónde los había aprendido, me ha contestado que viendo la tableta.

El TERCER MOTIVO está directamente relacionado con el segundo. Y responde a la pregunta de si hemos convertido la tablet o el móvil un juguete más, una opción más dentro del abanico de posibilidades de juego al alcance  del niño. ¿Tras haberlo usado, o en los días en los que no toca su uso, el niño juega con normalidad con otros juguetes propios de su edad? ¿Se relaciona con cuentos, puzles, dibujos, figuras, etc? ¿O en cambio el dispositivo digital es el fin único de la diversión en la vida de nuestro hijo y el acceso a él se convierte en una lucha continúa, en una interminable negociación?

Soy favorable como digo a permitir el acceso de los niños a estos dispositivos, al contrario que los grandes gurús de Silicon Valey, sobre los cuales circulan varios artículos en internet, cuya veracidad no he comprobado, que afirmaban que prohibían a sus hijos el acceso a los mismos. Pero claro, digo siempre que no se den casos como los que hemos visto todos, de auténtica dependencia del aparato, de adicción pura, clínica.

El CUARTO MOTIVO trata sobre la oportunidad que tenemos, partiendo de nuestra autoridad, de educar a nuestro hijo en cuanto a sus impulsos, a la aceptación y la renuncia se refiere. A todos los niños les llama mucho atención jugar con móviles, ordenadores y tablets. Son el objeto principal de sus deseos. Es una atracción muy poderosa el que experimentan frente a los mismos, y que cuando se vuelve incontrolada, cuando no somos capaces de gestionarla o no nos ocupamos de ella, puede llegar a ser adictiva. Mi idea es que cada vez que, tras un rato de juego, le anunciamos al niño que el periodo de uso ha terminado y que nos entregue el dispositivo, tenemos una opción, una oportunidad, de educar a nuestro hijo en la renuncia, en la aceptación y en la gestión (no quiero llamarlo control) de sus impulsos. Cuando le pedimos el dispositivo, ¿nos lo entrega animosamente y con normalidad? Cuando le anunciamos que debe dejarlo y nos plantea una negociación: ”Papa ¡déjame un minuto más! “ o “!déjame hasta que acabe la partida!” Cuando aceptamos, luego, ¿cumple con lo que él mismo ha propuesto? ¿Una vez pasado ese minuto o terminada la partida acepta con normalidad ceder el aparto? ¿O por el contrario monta en cólera, se enfada y se enfurece? Cada vez que le pedimos que nos lo entregue tenemos una oportunidad única para enseñarle a gestionar ese deseo, a aceptar y a desprenderse, a posponer el disfrute hasta el día siguiente o el momento siguiente que hayamos pactado.  Estamos, retrasando la recompensa, tal como recoje Daniel Goleman en su best Seller con el famosísimo experimento de los malvaviscos, con el que se demostró que aquellos niños que habían contenido y refrenado el impulso de comerse el dulce habían llegado a un nivel más alto ( social, afectivo, económico…) en la vida.

El QUINTO MOTIVO es quizás el más trascendental, tiene que ver con nosotros como padres y educadores. Es muy fácil, a la vez que complicado. ¿Para qué le permitimos a nuestros hijos el acceso (durante horas) a los dispositivos digitales. ¿Es por ellos, o por nosotros? Si en la mayoría de los casos es por nosotros, para poder estar tranquilos, para descansar, para poder hacer cosas, para quitarnos al niño de encima,… entonces estaremos buscando tapar algo nuestro (falta de tiempo, cansancio, exceso de estrés, enfado…) que no solo no tendríamos que tapar, sino que debiéramos examinar.

Porque que es muy distinto tener un beneficio tras una acción, a realizar esa acción a menudo y casi como única opción para tener ese beneficio. Es muy distinto tomarme una pastilla para relajarme o quitarme un dolor, que recurrir a ese medicamento, continuamente y como la única forma de estar relajado o sin dolor. Es incluir el “para qué” en la ecuación y analizar el resultado.

Poco sabemos sobre el futuro. Sólo tenemos el presente para tomar decisiones y actuar. Y todo está en nuestras manos. Así que es hora de decidir.