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“En nuestras aulas y nuestros despachos vemos demasiada obediencia y demasiado poco compromiso. Lo primero te puede ayudar a superar el día, pero solo lo segundo te ayudará a superar la noche.”
Daniel H. Pink

¿Qué significa estar motivado? Según el diccionario de la R.A.E, Motivación se define como el “Conjunto de factores internos o externos que determinan en parte las acciones de una persona”. Además de ésta encontramos otras muchas definiciones, que abordan el tema desde uno u otro punto de vista. Por ejemplo, para otros, la motivación “…es aquello que nos mueve a conseguir cosas”.

 Pero realmente, más allá de una definición concreta, lo que verdaderamente nos interesa de la motivación, el gran hallazgo, es descubrir los resortes o mecanismos para poder activarla y ponerla a funcionar a voluntad, conforme necesitemos servirnos de ella.

¿Cuáles serían entonces esas palancas? ¿Cuál el botón de encendido? ¿Sería idéntico el mecanismo para todos los individuos, o habría diferencias s   egún la formación, ocupaciones, o forma de pensar de los mismos? O quizás la diferencia, si existe, no esté en la persona que busca la motivación, sino en la acción o el campo sobre el que se desea volcar esa motivación: Lo laboral, lo privado, lo físico, lo intelectual… Si la definición que hemos expuesto afirma que determina “en parte” nuestras acciones, ¿qué aspectos intervienen o influyen en la otra parte?

Para dar respuesta a todas estas preguntas podríamos empezar por ver qué conocemos realmente de ella.

La motivación es la tercera habilidad o competencia con que nos dota la inteligencia emocional, después del autoconocimiento y la auto regulación emocional. Y esto nos da una pista muy importante para encontrar respuestas a todas estas preguntas. La verdadera motivación, la que nos mueve de manera efectiva, la que funciona, se sirve de emociones. Y es esa emoción/es a la que va unida la que nos aporta la energía que está intrínseca en la motivación. Es la emoción la que nos activa, la que nos pone en marcha y nos impulsa.

Si es así, si la motivación tiene un componente emocional tan claro, una variación en nuestro estado emocional, un cambio de emoción, por fuerza modificará nuestra motivación, en un sentido positivo o negativo.

Entra así en juego la primera habilidad de la I. Emocional, el Autoconocimiento. ¿Hasta qué punto nos conocemos a nosotros mismos? ¿En qué grado somos capaces de identificar, gestionar y canalizar las emociones presentes en nosotros?

Todos los seres humanos vivimos en un contexto emocional, lo que definimos como estado de ánimo. Esté tiene un carácter estable, continuado en el tiempo, aunque podemos modificarlo e influir sobre él a través de nuestra inteligencia emocional.

A raíz de esto, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que la motivación no se sostiene únicamente en el plano de nuestro pensamiento, a nivel mental, sin el poderoso e imprescindible aporte emocional.

Esto nos explica por qué en muchísimas ocasiones no conseguimos mantener nuestra motivación o nuestras ganas de hacer algo: Porque pretendemos hallar en nuestra mente lo que no vamos encontrar ahí, las respuestas que ésta no puede darnos, pues buscamos en lo racional ese componente emocional imprescindible.

Nos ocurre así que lo que nos motiva, o creemos que nos motiva (en nuestra mente), lo hace únicamente hasta que conseguimos un primer pequeño logro, o sólo hasta poco después de haberlo comenzado, perdiendo todo nuestro empuje tras ese comienzo.

José Antonio Marina, autor de “Los secretos de la motivación” (Ed. Ariel) nos habla de una motivación de inicio para la tarea, que parte de la convicción, del ánimo y la energía que tenemos al plantearnos e iniciar una acción, y la motivación para la tarea, que debemos buscar con posterioridad y que tiene aspectos que pueden no coincidir con la primera y que son relevantes.

La falta de motivación real, de esta motivación de inicio, nos hace hablar sobre una meta o proyecto, ante la que nos declaramos motivados, con energía frente al inicio del mismo, y luego vemos pasar semanas o meses y no lo acometemos.

Detengámonos ahora en analizar esa otra “parte” a la que hacía referencia la definición inicial que manejamos, la otra pieza (o piezas) que hagan que todo esto encaje.

Según Daniel. H. Pink, tres son las claves o pilares de la  motivación y que expone con total claridad en su libro “La sorprendente verdad sobre lo que nos motiva” (Gestión 2000). Según el autor, para la motivación son fundamentales estos tres conceptos: la autonomía, la pericia y la finalidad.

 Vamos a verlos y analizarlos uno a uno.

La autonomía significa poder hacer las cosas a nuestro ritmo, disfrutando de un amplio margen de libertad y decisión en los que incluimos el qué, el cómo y el cuándo hacemos aquello que queremos realizar. Es eliminar trabas y corsés para poder centrarnos en nuestra tarea y potenciar nuestra motivación. Esta autonomía se enfoca de manera clara en la tarea que acometemos, así como en el tiempo que empleamos en ella.

El siguiente aspecto es la pericia o maestría que vamos alcanzando, paulatinamente, durante el desarrollo de la tarea que realizamos. El aumentar el grado de habilidad, de destreza y conocimiento en lo que hacemos nos proporciona, al igual que la autonomía de emplearnos libremente que citábamos antes, un acceso claro y franco a la motivación. El desarrollo de una habilidad puede constituir para nosotros una fuente de motivación en si misma.

Es en este punto en el que debemos introducir una distinción en nuestra exposición, diferenciación que nos lleva a hablar de motivación extrínseca e intrínseca.

La primera de ellas, la extrínseca, como su propio nombre indica, es una fuente de motivación externa, que se encuentra fuera de nosotros y que está basada en el “si/entonces”. Si realizo una serie de tareas o cumplo unos objetivos, entonces recibo una gratificación o una bonificación extra, por encima de lo estándar.

Para Daniel H. Pink esta es la fuente de motivación principal que ha movido el mercado de trabajo durante la práctica totalidad del s. XX y los primeros años del XXI. Como mayores inconvenientes, la motivación extrínseca presenta el hecho de que no fomenta actitudes o capacidades como la creatividad. Se ha demostrado que puede reducir el rendimiento. También, podemos encontrarnos la dificultad de casar una gratificación extra en algunos tipos de trabajo o circunstancias (por ejemplo, donar sangre). El deseo de acceder a la gratificación puede volverse adictivo o llevar a una escala de recompensas cada vez mayores, para que no se desaparezca el estímulo y con él la motivación.

De igual manera, centrarnos en la gratificación que vamos a recibir puede hacer que retiremos nuestra atención del objetivo que tenemos que alcanzar. Nos instala en un pensamiento a corto plazo y puede llevarnos a buscar atajos, hacer trampas o tener una conducta poco ética con tal de alcanzar lo que deseamos.

Frente a esta motivación extrínseca o externa encontramos la motivación intrínseca que es interna y que parte de nosotros. De ella ya hemos analizado dos de sus pilares básicos: La autonomía y la pericia o maestría.

Nos ocuparemos ahora del tercer aspecto clave de la misma: La finalidad. Toda motivación se orienta a un fin o un objetivo. Es lo que deseamos lograr o conseguir. Pero no todas las metas tienen para nosotros una finalidad claramente definida. Entendemos ésta como el “para qué” de lo que hacemos, una pregunta que nos lleva a nuestros valores y a lo más profundo de nosotros mismos. Toda motivación, para ser poderosa y mantenerse en el tiempo, tiene que dar respuesta a una pregunta sobre su finalidad.

Es una actitud vital, que conecta con nuestras emociones y da respuesta a una necesidad profunda y sólida.

Una vez motivados, después de haber cumplido todos estos puntos, es necesario mantener esa motivación en el tiempo, es necesario alimentar y fortalecer la motivación para la tarea de la que hablábamos antes. Son numerosos los motivos o factores ocultos que pueden llegar a lastrarnos o detenernos, a des-motivándonos.

José Antonio Marina nos ofrece la fórmula: “Fuerza de Motivación = deseos + incentivos + facilitadores de la tarea”. (“Los secretos de la motivación”. Ed. Ariel) En ella, encontramos el componente emocional tanto en los deseos como en los facilitadores. Ambos nos son propios y personales: Mi sentimiento de capacidad, mis probabilidades de conseguirlo, etc.

El principal motivo de pérdida de motivación puede ser un cambio en nuestras emociones, o simplemente el hecho de que éstas dejen de acompañarnos en el camino hacia el objetivo. La motivación no puede funcionar sin emociones. Pongamos como ejemplo el hecho de que nos motiva ver a otras personas motivados. Esto es debido a la emoción con la que conectamos a través de la Empatía.

A través de la motivación podemos dar y ofrecer lo mejor que llevamos dentro, nuestra mejor versión. Nos hace rendir al máximo a la vez que disfrutamos con lo que hacemos, dejando nuestro sello personal en ello.

Alcanzarla y gestionarla depende de nosotros. Está en nuestras manos.