O cómo hacer frente a la ola silenciosa del daño psicológico causado por el Covid.

 

»Alios ego vidi ventos, alias prospexi animo procellas»

Yo ya he visto otros vientos; Y he afrontado otras tempestades.

 MARCO TULIO CICERON

 

Sin duda, muchos recordaremos el año 2020 como uno de los más tristes, extraños y dolorosos de nuestras vidas. La pandemia provocada por el  Covid-19 que golpeó con fuerza nuestro país durante el mes de marzo entró en nuestras vidas como un elefante en una cacharrería, trastocando, alterando, extremando, tensando todas nuestras costumbres y hábitos, todo nuestro día a día, desde lo más simple a lo más complejo de nuestra existencia. Nos exigió, como individuos y como grupo, una respuesta distinta, nueva, radicalmente diferente a la dada frente a cualquier situación a la que con anterioridad nos hayamos visto enfrentados. Lo nuevo, lo desconocido, sólo puede gestionarse mediante la oposición de lo nuevo: Nuevos recursos, nuevas respuestas, habilidades nuevas que, basadas en la creatividad, nos lleven más allá, un paso más lejos de lo que la experiencia propia, o ajena, puede ofrecernos.

 

Frente a la escasez de medios vivida durante el punto álgido de la primera ola de la pandemia, en la segunda mitad del mes de marzo. Frente al confinamiento domiciliario total al que nos vimos sometidos. El desconocimiento del virus, su naturaleza y su forma de combatirlo, etc… Todas estas circunstancias exigieron de nosotros una adaptación a través de nuestros pensamientos, nuestras conductas y las acciones que éstas nos llevan a realizar con un grado de innovación, imaginación e inventiva como solo en situaciones de similar envergadura se nos ha exigido. O al menos así debiera haber sido nuestra respuesta…

 

Al día de hoy, pasadas ya sucesivamente una ola tras otra de esta pandemia, muchas cosas han cambiado desde el pasado mes de marzo. Quizás ya habituados a convivir con el virus, acostumbrados, resignados, hemos tenido tiempo de probar y ensayar conductas y reacciones, adaptándolas y adaptándonos de la mejor manera posible a los continuos cambios que esta situación nos impone. Situaciones que en el primer momento fueron de máxima urgencia e importancia ahora perecen relegadas a un segundo o tercer lugar. En cambio, nuevas realidades, surgidas de todo lo acontecido, van erigiéndose como las nuevos futuros enemigos o amenazas con las que antes o después tendremos que lidiar.

 

Entre ellas, y siendo quizás la más desconocida aún, por no haber mostrado todavía su cara más descarnada (como desde un principio sí ocurrió con la crisis sanitaria), es la situación de daño, de merma psicológica en el que ya se encuentran inmersas muchas personas. La opresión en el plano psicológico y emocional que la pandemia ha traído consigo. La angustia frente a la incertidumbre del futuro. El miedo a la pérdida de la salud o la vida, ya sea propia o de familiares cercanos. La ansiedad por el devenir de la situación económica, etc…Todo ello forma un cóctel explosivo que de madera lenta pero implacable, va haciendo mella en nuestro estado emocional, en nuestro sentir, alterando nuestra serenidad y tranquilidad, nuestra motivación, seguridad y confianza, mostrándose de forma evidente en nuestras relaciones personales.

Frente a este reto personal, anímico, físico y mental, que nos llama a mantenernos firmes, serenos, a no desfallecer frente a la enorme presión que el devenir de los acontecimientos nos impone desde el exterior, debemos desarrollar una serie de habilidades, capacidades, actitudes y aptitudes muchas de las cuales son desconocidas para la inmensa mayoría de las personas, o en cualquier caso,  están muy poco habituadas  a ellas.

 

Frente a este reto monumental, sin duda una de las disciplinas que con más probabilidades puede llevarnos a superarlo es el Coaching. Este es un conjunto de conocimientos, pero sobre todo de habilidades personales, de hábitos basados en la experiencia. De contrastada eficacia, nos permitirá encontrar y ofrecer nuestra más óptima respuesta a cada situación no solo a nivel personal, enfocada en nuestro propio bienestar, sino también frente a las necesidades de terceras personas.

 

El Coaching es tan efectivo porque es transformador, porque no solo nos ofrece una serie de conocimientos, ideas o respuestas frente a determinadas situaciones, sino que nos cambia, nos transforma, nos convierte en una persona distinta, con mayor número de capacidades, más madura, más capaz de salir adelante frente a cualquier obstáculo.

 

En cuanto a los daños emocionales y psicológicos causados por la actual situación creada por el coronavirus quizás el más perjudicial de todos sea el permanente estado de ansiedad, de incertidumbre, de miedo frente a un futuro vertiginoso, líquido, extremadamente cambiante. En la crisis en la que nos ha sumergido el Covid hemos visto como nuestra situación de seguridad y control saltaba por los aires, se desintegraba. Hemos pasado creernos seguros, en una sociedad con abundantes medios materiales a ver, de la noche a la mañana, como ni siquiera podíamos disponer en cantidad suficiente de unas simples mascarillas quirúrgicas o unos monos de protección para el uso sanitario. Una sociedad del siglo XXI, próspera, con una economía adelantada y muy desarrollada no ha podido, entre otras muchas carencias, ni siquiera suministrar equipos de protección para sus profesionales.

 

Frente a esta situación, que nuestro sistema emocional traduce como de riesgo, y que se traduce y se hace presente a través de la ansiedad, la angustia, la aprensión o el miedo, el coaching nos ofrece el conocimiento y las herramientas necesarias para afrontar esta amenaza. Frente al miedo y la incertidumbre ante lo que ha de venir, podemos elegir el momento presente. Podemos elegir no dejarnos llevar por pensamientos limitantes que originan un reflejo en nuestro organismo que identificamos como miedo.

Pero es necesario distinguir entre el miedo como respuesta primaria de nuestro sistema emocional, como una de las emociones básicas cuya función es preservar nuestra integridad física, procurar nuestra supervivencia y  protección. Y el miedo que nace de la encadenación sucesiva de nuestros pensamientos negativos o limitantes, que nos presentan imágenes de situaciones que entrañan un riesgo para nosotros y que pueden ocurrir, o no. Es el miedo anticipatorio, no basado ni en hechos, ni en probabilidades o estadísticas ciertas, sino únicamente en esos pensamientos negativos y limitadores, que podemos decidir y elegir cambiar.

 

De igual modo, frente a una situación de incertidumbre, de parálisis, el coaching puede ayudarnos a clarificar nuestros objetivos y por tanto, aumentar nuestra motivación. La incertidumbre laboral y personal, las limitaciones impuestas por la situación económica y sanitaria, que puede llevar al fracaso nuestros proyectos e ilusiones. Las dudas,… todo ello nos conduce  a asumir la necesidad de un cambio, de un golpe de timón en nuestras vidas. En un escenario complicado, cambiante, volátil, oscuro, el coaching nos puede ser de gran ayuda para clarificar nuestros pasos, definir un plan y reunir las fortalezas, actitudes, capacidades y herramientas necesarias para alcanzar el éxito.

 

A través de la correcta gestión de nuestras emociones y pensamientos, puede ayudarnos también, de manera decisiva, a ver los distintos escenarios o posibilidades que se nos presentan de manera clara y objetiva, para poder tomar así las decisiones correctas. Es fundamental, en tiempos tan inestables, poder ver con claridad y amplitud lo que nos rodea, nuestros retos, conflictos, errores o dificultades, pero también las oportunidades que pueden surgir de este tiempo. De las grandes crisis en la historia de la humanidad siempre han surgido grandes oportunidades, a través de las cuales muchas veces se les ha dado solución a esas crisis. 

 

 

Pero donde aún puede ser más definitivo y útil si cabe es en nuestras relaciones con los demás. Nuestra capacidad de entender y comprender a los demás, de ponernos en su lugar, de ver el mundo a través de los ojos de otra persona y de poder así acompañarlas o guiarlas o dirigirlas.

 

De una crisis global como ésta en la que nos vemos inmersos sólo podemos salir estando unidos, como grupo, dependiendo unos de otros, codo con codo y hombro con hombro, a través de la responsabilidad colectiva, de la unión y de los valores y principios compartidos. Este método integrador, unificador, como es el coaching nos ayuda a cohesionar los equipos y grupos ya sea tanto de trabajo como personales (aficiones, organizaciones, hobbies,…) para dar una respuesta común, unida, a todas las necesidades que esta situación adversa nos ha deparado.

“La clave de esta crisis está en conservar el capital humano”.

FINN KYDLAN

“El confinamiento ha llevado al mundo de la empresa a implantar con rapidez medidas para poder seguir funcionando. En cuestión de tres semanas hemos desmontado las formas trabajar de siempre para dar un paso hacia el futuro del trabajo”

ANA SARMIENTO

En un webinar al que asistí en días pasados sobre el futuro de la empresa y el impacto que la actual pandemia y la posterior crisis económica iban a tener en la misma, el ponente remarcaba el hecho de que será imprescindible reforzar el management, que en semejante escenario, iba a ser vital tomar decisiones acertadas y rápidas. Por mi formación en coaching y por es “manía” que tenemos de indagar más y más, de pedir ejemplos prácticos y querer que nos “aterricen” las cosas, las afirmaciones que se lanzan, las conclusiones a las que se llegan, etc… A mi aquello me sonó como lo del comandante del batallón de infantería que justo antes de tocar el silbato que anuncia el comienzo del ataque, antes de enviar a sus hombres a la tierra de nadie, les hace la observación, pertinente, de que tengan cuidado con las balas enemigas.

Y sin embargo, aquel ponente estaba en lo cierto, tenía razón. La clave va a estar en las personas y en lo que éstas pueden llegar a dar.

Imaginemos que una mañana al salir de casa nos encontramos en la acera mirándonos fijamente a un enorme tigre de bengala. Una vez superado el susto y la conmoción inicial, frente a la agresiva mirada del tigre que nos muestra sus colmillos, empezamos a pensar qué hacer, cómo enfrentarnos a la situación,… de qué manera podemos sobrevivir.

En casos así la mayoría de las personas optan, como opción principal, por buscar en su memoria experiencias anteriores y los aprendizajes qué estas les procuraron sobre cómo salvar una situación semejante. Pero esa opción falla, no se sostiene, cuando nunca antes hemos vivido una situación igual, no hay registros en nuestra memoria. No tenemos experiencia de qué tirar, porque nunca hemos tenido que enfrentarnos a semejante tigre.

Una nueva amezapa para la empresa

Esta situación se ha vuelvo tristemente cotidiana para muchas personas, para muchos pequeños y medianos empresarios. Se manifiesta de manera clara a través de los “miedos anticipatorios”, en base a sucesos que no existentes en la realidad, que aún no han ocurrido, son generados por la mente. Ante ellos reaccionamos de la misma forma como reaccionaríamos frente a los miedos reales, a los verdaderos, pues a nivel emocional nuestro cerebro no distingue entre lo vivido y lo imaginado.

Frente a lo que es “nuevo” hay que oponer lo nuevo si queremos tener garantías de éxito. Combatir lo nuevo basándonos en aprendizajes y experiencias que nacen de lo antiguo es recorrer el camino al fracaso. La falta de previsión a la hora de encarar la crisis sanitaria, las decisiones basadas en la improvisación, los errores y cambios de criterio continuos, son un claro ejemplo de cómo enfrentarse a lo “lo nuevo” utilizando planes, experiencias y creencias antiguas, sin tener una estrategia nueva para la ocasión. Es por este motivo que la creatividad será el valor principal para enfrentar la crisis, traducida en métodos, planteamientos, herramientas y capacidades nuevas y diferenciadas que nazcan de ésta a través de la innovación.

 

Un nuevo camino se abre…..

Según cita el filósofo Nassim Taleb “(…) hay personas que al caminar por los Alpes prefieren llevar un mapa de Los Pirineos a no llevar nada.” Lo hacen, sin duda, buscando una falsa seguridad. Esta es una opción que deberemos evitar: Decisiones y hábitos (de trabajo, de dirección,…) basados en informaciones no completas, sesgadas o inexactas. Las fake news y la sobreinformación hacen más urgente y necesario que nunca tener una base de conocimiento contrastada y sólida para una óptima toma de decisiones.

¿Cuáles son entonces los factores para enfrentar con éxito esta crisis? Para mi son dos: La potenciación de la creatividad y el nuevo papel que pueden jugar las personas. Entre ambos existe un claro nexo de unión. Si entendemos la creatividad como la búsqueda de lo nuevo, soluciones nuevas, formas de pensar nuevas, cambiar antiguos hábitos por comportamientos nuevos, todo ello podemos aplicarlo a la relación con las personas y la gestión del capital humano de la empresa. Esto se traduce en una nueva forma de ver, de valorar la importancia de las personas dentro de las organizaciones y las posibilidades que ello nos ofrece.

En mi trabajo como coach experto en gestión emocional asesorando empresas y trabajando con ellas me he encontrado, en multitud de ocasiones con directivos, gerentes y propietarios de empresas que no hacen nada por “cuidarse” a nivel personal y emocional (a veces ni siquiera físicamente). Ignoro las “válvulas de escape” que esas personas puedan tener en su vida privada, en su ocio para regularse, pero en su parte profesional aparecen cansados, quemados, a menudo en una queja continua. El superar esta crisis sin duda nos van a exigir dar un paso al frente y rearmarnos, fortalecerlos, en primer lugar, a nivel personal. Estamos obligados a ser más resilentes, a gestionar mejor nuestra parte personal.  Esto es clave para mantener el nivel de responsabilidad hacia la organización, hacia las personas que la forman y que ahora más que nunca van a demandar una seguridad personal (por el miedo de contagiar a sus familias), además de  laboral.. Noticias falsas, bulos, presión, estrés, incertidumbre, miedo frente a lo desconocido,…  requieren un plus de cuidado para tener pulida la armadura con la que enfrentarnos a todo ello.

La importancia de las personas como eje de la recuperación económica.

Frente a la crisis será fundamental motivar a las personas y transmitirles que son imprescindibles. Debemos conservar, por encima de todo, el Know-How y el valor que trasladamos al cliente a través del mismo. Un ejemplo lo encontramos en el sector de la hostelería, tan expuesto, en el que es primordial conservar el valor que se aporta, a través del trato especial, diferenciado, al cliente. El camarero que tiene su “toque especial” en el servicio.  O el cocinero que aporta el suyo en la elaboración del producto. Es ese toque el valor que los clientes buscan en nuestro establecimiento y que hace imprescindible contar con el capital humano, con el hacer de las personas .

Según Jordi Pons, CEO de Workmeter la situación provocada por la crisis sanitaria ha ocasionado un aumento del “teletrabajo a la fuerza”. Según su opinión, esto es muy distinto a la “fuerza del teletrabajo”. Éste está aún por definir y reajustar en muchas organizaciones. Debe abandonar todo carácter de improvisación y para ello es necesario realizar un aprendizaje, hay que aprender a tele trabajar. La falta de rutina y de los hábitos de la oficina, la desubicación, la necesidad de fijar tareas, horarios y nuevos hábitos en casa, la conciliación familiar que durante el confinamiento ha cobrado más sentido que nunca,… Es necesario definir el teletrabajo y sería un error no hacerlo teniendo en cuenta a las personas.

Todos hemos visto en días pasados empresas al completo trabajando con una enorme motivación en la realización de equipos de protección. Es el milagro del “¿para qué?”, la piedra filosofal de la motivación: Comprender la finalidad del trabajo que se realiza y tener claro el valor de la aportación individual. Es fundamental conservar esta motivación de cara a la recuperación económica. Hacer partícipes a los trabajadores de un objetivo y un camino común, compartido. En este nuevo escenario, un nuevo elemento entra en juego en el plano laboral: La posibilidad de contagiarse y poner en peligro a la familia. Frente a ello no sólo habrá que implementar medidas de protección que refuercen la seguridad, sino que la motivación cobra un nuevo sentido y un mayor protagonismo: Sentir que me la juego por algo más que una retribución económica.

Mantener el Knw How para mantener el valor de nuestro producto.

Esta crisis sin duda obligará a las empresas a reforzar el papel de su responsabilidad social corporativa. Es una crisis global, de todos, y la única forma posible de superarla es a través de una fórmula que incluya a todos: a personas, grupos, colectivos, etc…

Por la magnitud y por el alcance de sus efectos, las medidas necesarias para afrontarla sobrepasan las posibilidades del estado. Al iniciarse la crisis ha habido un aluvión de peticiones al gobierno de medidas de protección. Éstas están sujetas a las posibilidades presupuestarias. Tienen limitaciones. Las empresas tienen un papel importante que jugar en este aspecto. Hemos asistido a grandes gestos solidaridad de muchas de ellas.

La empresa, en función de su tamaño y posibilidades debe tomar un papel activo en cuidar su entorno. Debe mirar a una sociedad donde el giro hacia lo nuevo consiste en buscar un cambio de paradigma consistente en el desarrollo personal y profesional plasmado en el refuerzo de una conciencia crítica, una opinión y una acción basada en hechos y no en juicios o creencias.

 Desarrollar una estrategia para una efectiva y acertada toma de decisiones con Lego Serious Play®

 

“Con la creación de historias con un modelo tenemos la mejor oportunidad de probar el futuro antes de encontrarnos con él”.

“Usamos historias para inventar, explorar, probar y decidir el futuro, dar sentido al presente y compartir el pasado”.

                                                                                   Lego Serious Play®

 

La actual crisis que estamos viviendo debida a la pandemia del Covid-19 ha impactado con una fuerza demoledora en todos los ámbitos de nuestra realidad, afectando a la sociedad y al modo de vida que hasta ahora habíamos conocido. Si inicialmente el peligro principal era la amenaza a nuestro sistema sanitario, sumergiéndolo en el caos y llevándolo al colapso, ahora no solo nuestra sanidad, sino principalmente nuestra economía y por extensión toda la sociedad que conocemos está en riego de sufrir un tsunami de consecuencias devastadoras, a corto y medio plazo irreparables.

Estamos viviendo un auténtico desafío como sociedad, como humanidad. Los distintos sistemas que componen esta sociedad, el sanitario, el económico o el social, están en jaque, seriamente amenazados.

En este momento caótico, de medidas extremas, urgentes, a veces incompletas, nos planteamos repetidamente la cuestión de si podríamos haber previsto (evitado) de alguna manera esta situación y haber estado más preparados para enfrentarnos a ella.

Con la intención de dar respuesta a esa pregunta, en este artículo vamos a centrarnos en las posibilidades que nos ofrece el método Lego Serious Play® como vía para poder tener desarrollada una estrategia de intervención que nos haga estar prevenidos frente a cualquier crisis o situación que  amenace con alterar y dañar a un sistema establecido.

Veremos las posibilidades que este método nos ofrece para diseñar y crear esa estrategia y definir una serie de principios que nos sirvan de guía para una toma de decisiones más rápida y optimizada con la que dar respuesta a cualquier evento o situación sobrevenida con carácter adverso.

El método Lego Serious Play® fue creado a mediados de los años noventa como respuesta a un importante desafío al que se enfrentaba la empresa Lego. En un primer momento éste se diseñó para el desarrollo interno de la estrategia de la empresa, externalizándose y abriéndose al mundo en enero del 2002.

Lego Serious Play® es una técnica para facilitar la reflexión, la comunicación y la resolución de problemas dispuesta para ser utilizar por organizaciones, equipos de trabajo y personas en general. Está basada en profundas investigaciones que abarcan áreas de negocio, desarrollo organizacional, psicología y aprendizaje. Se basa en el “conocimiento que tienen las manos”. Consiste en dar respuesta a una pregunta compleja a través de la construcción de un modelo en 3D con piezas de Lego. Esta respuesta, nacida del conocimiento que tienen nuestras manos, conectadas al 80% de las células de nuestro cerebro, y movilizando nuestra creatividad e  imaginación, así como los beneficios para el aprendizaje que nos aporta el juego, contiene una cantidad extra de información basada en aspectos, matices y descubrimientos a los que por otra vía no tendríamos acceso, perdiéndose o quedándose fuera de nuestro conocimiento.

El primer paso para hallar este conocimiento será construir un modelo que represente  el sistema que queremos estudiar. Esta construcción será realizada por los participantes, por el equipo reunido para estudiar las medidas a tomar frente a las distintas situaciones de crisis en las que puede verse envuelto el sistema. El L.S.P® es un método que fomenta la comunicación y busca la igualdad. Podemos decir que “nivela el campo de juego”, y que todos los presentes participan por igual,  evitando la toma de control de la comunicación por uno o varios de ellos.

La construcción realizada constará de un modelo central o núcleo y una serie de modelos adyacentes o periféricos. Ésta es el resultado de dar una  respuesta con piezas Lego a diferentes preguntas: ¿Cómo es, cómo se define, en qué consiste, cuáles son sus  particularidades, qué fortalezas y debilidades tiene el sistema, etc…? Las respuestas a estas preguntas a través del modelo en 3D reúnen mucha más información, son mucho más ricas, completas y definen con muchísima más profundidad los aspectos fundamentales del sistema que si hubiésemos hecho este proceso utilizando cualquier otro método.

Posteriormente, situaremos los modelos construidos en una mesa, reflexionando sobre la colocación (su disposición sobre la misma) de cada uno y la información que ello nos ofrece. Situación, orientación, cercanía entre ellos, todo se convierte en información para nosotros. Una vez acordada y definida su situación sobre la mesa pasaremos a realizar conexiones entre los distintos modelos construidos. Éstas conexiones igualmente nos ofrecen una información sobre la relación existente entre los distintos modelos que componen el sistema. Éstas pueden ser fuertes o débiles, flexibles o rígidas, marcadas o testimoniales, extensas (largas) o pequeñas.

A la vez que construimos los modelos, vamos creando una historia que surge a la vez que esa construcción, y que nos ofrece una enorme cantidad de información. La creatividad, la imaginación y el juego multiplican y dan valor a esa información a la vez que nos sumergen en un aprendizaje en tiempo real, basado en la experiencia, profundo y duradero.

Hemos concluido la construcción y la creación del sistema que queremos estudiar cuando tenemos frente a nosotros una creación compleja que nos ofrece una vista en 3D que nos permite observar matices y detalles que probablemente no se verían de otro modo. Podemos llegar a entender de manera fácil y rápida cómo están conectados los múltiples componentes que forman el sistema.

En este punto, ha llegado el momento de jugar con el sistema y ver las reacciones de éste a distintos eventos o sucesos que podrían producirse. Definimos varios de esos sucesos entre los que elegimos uno y los probamos en el modelo que hemos construido. Esta prueba consiste en aplicar un movimiento o un desplazamiento en uno de los modelos que componen la construcción y ver cual es el efecto en el total de la misma.

Si pudiéramos volver atrás y tener la posibilidad de estudiar el modelo de nuestro sistema sanitario para enfrentarlo a la crisis actual que nos afecta, podríamos jugar, por ejemplo, el evento de “una enorme y desproporcionada demanda de equipos de protección individual”. Así, ejerceríamos una presión y un desplazamiento en uno de los modelos que previamente hemos construido y que representa lo relacionado con el suministro de ese tipo de material. Quizás hayamos incluido en nuestro sistema modelos que representan a los proveedores de ese material, a los fabricantes,  logística, almacenes, etc…

Al aplicar un movimiento que representa una tensión o crisis causada por la falta de esos equipos podemos ver cómo se comporta el total de la construcción, del sistema. Observamos otros movimientos que se han dado en el sistema. Roturas o desconexiones que se han producido. Cambios. Alteraciones. Nuevas situaciones (nueva disposición y ubicación de los modelos) que este “movimiento” ha provocado.

Todo lo que tenemos frente a nuestros ojos es información. L.S.P® nos propone la posibilidad, a través de la historia que se crea tras el impacto, y que está sustentada en los cambios que se han producido, de crear una estrategia con la que poder enfrentarnos a dicho suceso. No consiste en encontrar la solución frente a lo que pueda ocurrir, sino en crear unos principios que nos guíen para poder desarrollar una conducta estratégica que optimice una futura toma de decisiones para enfrentar lo inesperado.

A través de estos principios, de esta nueva estrategia definida, podemos tomar mejores y más rápidas decisiones frente a la posibilidad de que cualquiera de los eventos que hemos ensayado (u otros distintos) se presentan haciéndose reales en un futuro. Nos da la posibilidad de cambiar nuestra manera de pensar, nuestro punto de vista, a la hora de enfrentar la realidad. Pasar de “tratar de anticipar” a “ser anticipado”.

El método Lego Serious Play® tiene una enorme carga de realidad. Los modelos que construimos «existen» de verdad, son reales, están frente a nosotros, son abarcables, comprensibles e impactan directamente en nuestra experiencia. Poseen un componente altamente visual, práctico, en el que podemos observar con facilidad situaciones y elementos complejos.

Tener una estrategia, un plan de acción previo, eficaz, robusto y efectivo frente a cualquier contingencia es fundamental para la seguridad y la viabilidad de la organización para que trabajamos y para la sociedad en que vivimos.

 

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“El único propósito de la vida es encender una luz en medio de la oscuridad de la existencia”.

CARL JUNG

“Las personas solo cambian de verdad cuando se dan cuenta de las consecuencias de no hacerlo”

MARIO ALONSO PUIG

 

Mientras redacto este artículo, guardo en Dock, minimizado, el archivo con la lista (incompleta) de los asistentes a mi próximo taller.  Me dedico profesionalmente a impartir talleres de desarrollo y crecimiento personal. A través de varias herramientas y métodos de aprendizaje, para particulares y empresas.

En estas últimas, la asistencia a la formación es obligatoria, marcada por la dirección o por recursos humanos, y no supone un problema llenar los talleres. Algo muy distinto ocurre cuando la formación está dirigida a particulares. Estos talleres constituyen el ámbito y el motivo de análisis de este artículo.

Antes de continuar, reviso una vez más las redes sociales, a través de las cuales publicito mi próximo taller en busca de algún mensaje sin leer. Publicaciones en esas mismas redes, campañas de marketing on-line, e-mails, whatsapps, llamadas telefónicas,…  Una larga lista de acciones para completar una lista mínima de asistentes para que el taller pueda salir. Trabajo a menudo arduo y, a veces, titánico.

Y en cada ocasión, me hago las mismas preguntas: ¿Por qué una persona decide asistir (o no) a un taller de desarrollo y crecimiento personal? ¿Qué elementos entran en juego en la decisión? ¿Cuáles son los factores más importantes, lo que más valora el interesado? Supongo que habrá una respuesta diferente, individual, propia, por cada participante.

Pero ¿cuál es el factor clave, el que lleva al éxito (o al fracaso) tu convocatoria? Vamos a analizar algunas pistas o ideas que creo pueden influir en el resultado final.

¿Qué atrae a los participantes?

En el mundo de la formación, como en todos los demás, existen grandes “estrellas”, profesionales que son un referente en su campo con un inmenso poder de convocatoria. Obviamente, ellos no leerán este artículo.

No quiero pensar que la única solución sea esperar años de carrera profesional con talleres a medio llenar hasta conseguir ese gran efecto llamada del que contados profesionales disfrutan. Y más en un mundo complicado y enrevesado como es el de la formación en crecimiento y desarrollo personal, donde lo que prima es la apariencia, la imagen proyectada con todos sus adornos, y que puede no corresponderse con unos contenidos a la altura de lo que se espera recibir. Mientras que, otras opciones, con un enorme valor en sus contenidos y metodología, fracasan.

¿Todo depende entonces de esta imagen, proyectada en redes sociales a través del marketing on-line? ¿Es ésta la llave, la clave principal? ¿Qué es lo que realmente se compra y se vende en este mercado del “ser mejor persona”? ¿Una imagen proyectada, los contenidos, valores, soluciones, un anhelo de cambio, una varita mágica,… la lámpara maravillosa..?

A la hora de tomar una decisión y embarcarse la aventura del “conocerse más a uno mismo” sin duda es un factor muy importante saber cómo va a ser el taller: su contenido, temática, método o la experiencia que ofrece. Muy a menudo me encuentro que me hacen la pregunta: ¿esto de qué va?. Pregunta que tras el taller a menudo se convierte en un: “No me imaginaba que fuese así…”

En mi caso, que me dedico a impartir talleres basados en la gestión emocional con herramientas tan poco usuales como piezas de Lego® o el trabajo de coaching con caballos esta cuestión se hace recurrente, y está presente en la mayoría de las comunicaciones de los interesados.

Resulta muy complicado trasladarles (a los futuros clientes) en una breve respuesta comercial, de manera clara y directa, en qué consiste el taller, qué experiencias pueden vivir, qué beneficios pueden obtener, etc… ¿Cómo exponerles la totalidad del proceso, cómo hablarles del “qué”, (que es lo que quieren oír) sin entrar en el “cómo”?

Asimetría, el elemento sorpresa del taller de crecimiento y desarrollo personal

En 1970 el economista norteamericano George Akerlof (Premio Nobel de economía en 2001) publicó un artículo referente a la venta de coches de segunda mano donde hablaba de la diferente información que manejaban, en la venta, el vendedor y el comprador del coche. El primero tenía datos exactos del estado del coche mientras que el segundo se encontraba prácticamente a ciegas en la toma de decisiones. Su única información veraz a la hora de comparar era el precio. Esto hacía que las probabilidades de adquirir un “lemons” (un cacharro) se multiplicasen exponencialmente para el comprador.

Akerlof creó y desarrolló así el concepto de la venta asimétrica, donde comprador y vendedor tiene informaciones muy desiguales sobre el producto. Creo que esto es perfectamente aplicable a gran parte de la oferta actual de talleres de crecimiento y desarrollo personal. Los interesados en la formación carecen, en multitud de casos, de los elementos necesarios para una toma de decisiones objetiva y madurada. Se encuentran a oscuras respecto a las experiencias, las vivencias y los contenidos (incluso los beneficios) que está comprando.

A esto contribuye la existencia en el mercado de talleres con métodos o nombres rimbombantes o exóticos que a veces, ni los que nos dedicamos a esto, somos capaces a primera vista, de saber en qué consisten.

Si a esto unimos el hecho, demostrado científicamente, que a la hora de realizar una compra, el miedo o temor a perder es 2,5 veces superior al deseo de ganancia, parece que se dan las condiciones ideales para dejar desiertos la mayoría de los talleres.

La oferta y la demanda, ¿qué elegir?

Otro elemento a tener en cuenta es que el mercado de crecimiento y desarrollo personal está en auge y por lo tanto saturado de oferta. Infinidad de métodos o caminos ofrecen las mismas soluciones o similares. El crecimiento personal está de moda, y esa moda dispara la oferta.

Siguiendo esta misma moda encontramos a un reducido grupo de personas que se tiran a la piscina y aún con los escasos elementos de decisión a que nos referimos, se apuntan con asiduidad y casi «fervor» a todo tipo de eventos y formaciones, sea de lo que sea. Pero este grupo fiel e incansable no da para llenar los talleres.

También influye la resistencia de muchas personas a la hora de adentrarse en un autoconocimiento más profundo, basada en la creencia de que van a verse obligados a enfrentarse a situaciones “desagradables” que tienen su origen en esa búsqueda.

Esa resistencia, que vive bajo el lema “yo estoy bien, no necesito esas cosas” se acrecienta cuando la propuesta para el autodescubrimiento lleva consigo el mostrarse en grupo. Es quizás confundir lo personal con lo íntimo e imaginar situaciones comprometidas delante de los demás. Es, en el fondo, el miedo al cambio, a los comportamientos “desconocidos” que creemos vamos a experimentar durante ese cambio, y a tener que vivirlo y expresarlo delante de otros.

Conclusión

Por otra parte, el precio del taller es otro obstáculo a salvar. Y más aún si, como decimos, la alternativa que se plantea es aceptar un precio a cambio de un producto nada claro o concreto. Es la asimetría a la que nos referíamos, que aleja a los participantes de las certezas y/o expectativas en las que cimentar el deseo de compra.

Así que tenemos un interesado que sabe poco o nada del producto que está comprando y que tiene que ceder un precio a cambio de esa incertidumbre. Y que además se resiste a “adentrarse” en el conocimiento de sí mismo, de la persona que es, y mucho menos a mostrarlo en público.

Y a pesar de todo esto, el nivel de satisfacción posterior de los que participantes, es generalmente muy alto. Son muy pocos los que se van de vacío, sin encontrar aspectos beneficiosos o productivos. Muy pocos testimonios he oído de personas que se hayan arrepentido de acudir a una de estas formaciones, y ninguno puedo decir, como parte de mi propia experiencia.

Analizando todas estas circunstancias para el interesado, quizás sea entonces cuestión de correr un pequeño riesgo, decir “si” a esa pequeña aventura. Atreverse a experimentar, a descubrir, a ser…

Para el profesional que convoca el taller, sin duda deberá eliminar, o al menos acortar todo lo posible, esa asimetría de la información que sobre el taller que necesita tener su cliente. Esa desigualdad,  ese mar entre dos islas, nos separa del éxito. Y sin duda añadir valor a aquello que ofrecemos, de manera continua, siempre en aumento.

“Afirma Jung que lo que no se hace consciente se manifiesta en la vida como destino. Ser yo completo me permite saber que los demás también son como yo, y de esa forma, sentirme libre de tener que interpretar siempre al hombre bueno”.

                                                                                                                                                                                                                                                         LUIS DORREGO.

“Ser lo que somos y convertirnos en lo que podemos llegar a ser es la única finalidad verdadera de la vida”

                                                                             ROBERT LOUIS STEVENSON

                                                              

El coaching es una disciplina que puede ser muy útil para el crecimiento personal. Indudablemente, en ocasiones buscamos mejorar tomando referentes externos, pero eso puede ser contraproducente si no tenemos claro qué queremos. En este artículo explicamos cómo mejorar con un coach en determinadas habilidades y, sobre todo, qué podemos esperar de estas prácticas.

Gestionar las emociones para ser uno mismo

Los referentes externos no son negativos si ello nos sirve como catalizador para mejorar en el día a día. Lo que suele suceder, no obstante, es que las herramientas en las que nos apoyamos resultan útiles si no tenemos claro hacia dónde vamos y qué queremos conseguir. Nuestro objetivo, la visión o imagen de cómo queremos estar es superior, debe estar por encima, de las herramientas o habilidades que empleemos para alcanzala.

El coaching es una disciplina enormemente válida para el crecimiento personal. Se compone de técnicas diversas. Permite que el profesional o particular fluya y pueda dar lo mejor de sí para que la persona a la que se atiende pueda salir de su zona de confort y así mejorar. Recuerda, además, que esta disciplina se puede aplicar a diversas áreas de la vida. No solo a la profesional sino, también, a todo el crecimiento personal integral.

No obstante, hay que tener en cuenta que precisamente por su diversidad, un coach puede no ser lo que se está buscando porque la persona tenga otro tipo de necesidades. En estos casos, la honestidad es fundamental porque, de lo contrario, se gastarán energía y recursos en unas sesiones improductivas. La base principal para que el coaching pueda darse en todo su potencial es la confianza. En base a esta confianza podemos obtener los mejores resultados de este método. Y esa confianza, nace y parte de reconocer que puede que este camino, este mátodo, no sea el que necesitamos o el que pueda ayudarnos.

En el mundo del crecimiento personal, es imprescindible tener en cuenta dos pilares o elementos fundamentales, mucho más importantes que cualquier formación que podamos realizar. Uno de estos pilares es la Escucha, en una doble vertiente: Escucharnos a nosotros mismos, nuestras necesacidades, anhelos y deseos. Y escuchar al otro: También en sus deseos, necesidades y objetivos.

El segundo elemento fundamental es la Individualidad, el ser yo mismo, no ser gregarios.

Escucharnos

Saber escucharnos es fundamental para saber qué queremos lograr y tener claro hacia dónde vamos. Muchas veces, tenemos el problema de no tener claro qué es lo que queremos y esa confusión es la que nos genera conflictos. Tanto con los demás y con nosotros mismos. La ayuda personal puede enfocarse desde varias perspectivas y es fundamental saber hacerlo con el corazón. Ya que es así como daremos el máximo. No se trata solo de ver cómo aplican unas técnicas con nosotros, sino de sentir que nos pueden ayudar. Porque, de lo contrario, no conseguiremos el objetivo de crecimiento personal. El camino verdadero hacia cualquier mejora personal lo marca nuestro corazón. Cualquier cambio, por mínimo que sea, puede llegar a ser difícil de afrontar. Y para ello necesitamos «coraje», que viene del corazón.

No ser gregarios

Existen muchos maestros y personas que pueden aportarnos pero nada es comparable con llegar a ser uno mismo. Esto implica no ser gregarios sino, al contrario, tener un criterio propio que nos permita desarrollar el ego de forma positiva. En la vida es muy importante escuchar siempre a quien nos puedan aportar. Sin embargo, es uno el que tiene que aplicar su criterio. Pasar lo escuchado o lo aprendido por el tamiz propio, único y personal.  Esto se vuelve fundamental cuando se trabaja en el acompañamiento y la ayuda a los demás. En caso de no haber hecho nuestro, como profesional, los aprendizajes que recibimos de otros, terminamos por convertirnos en un transmisor de opiniones y descubrimientos ajenos. En un simple intermediario de la ayuda personal, sin efectividad y lleno de carencias.

Conclusión

Uno de los elementos que más favorece el desarrollo personal es la inteligencia emocional, porque nos da las pautas, de manera clara y limpia, para situarnos, para saber lo que queremos y definir nuestros objetivos. Para poder escucharnos y diferenciarnos de los demás, es clave el autoconocimiento. Además también la paz interior que nos ofrece el ser emocionalmente inteligentes.  En AUDERE Coaching podemos acompañarte, a través de las formaciones que realizamos para que éste y otros aspectos de tu vida no te resulten un obstáculo insuperable. Contacta con nosotros y te mostraremos con más detalle todas las posibilidades.

El hombre es un animal fantasioso. Desde que nacemos nos enseñan con cuentos y fábulas a través de las cuales se nos intenta inculcar unos valores y la creencia final de que la vida tiene guardado finales felices para nosotros.

Cuando empezamos a dar nuestros primeros pasos, sentimos el dolor de una caída, la frustración cuando no nos dejan hacer o no nos dan algo que queremos. Y nuevamente, nuestros mayores nos consuelan mediante entretenimientos que nos invitan a vivir en un mundo mental de fantasías donde nos sentimos a gusto.

El miedo al mundo real

Fantasear no es malo, nos permite desarrollar una de nuestras herramientas más importantes, la creatividad. Sin embargo, pronto nos daremos cuenta de que en el mundo real las cosas nunca suceden tal y como las imaginamos. Es aquí donde a menudo nace el miedo a vivir. Hay adultos que conservan ese hábito y permanecen sumergidos en sus mundos de fantasías, donde ya no hay dragones, castillos y princesas, pero seguimos esperando finales idealizados. Pasamos tanto tiempo soñando, planificando, deseando, esperando y volviendo a soñar que se nos pasa la vida sin vivir una vida real.

Ese mundo imaginado que, como hemos dicho, ya no es el imaginario escenario infantil pero ejerce el mismo efecto en nosotros, es lo que podemos denominar zona de confort. En ocasiones esta zona de confort ni siquiera nos aporta felicidad e incluso es posible que nos traiga dolor y angustia. Pero al menos es un terreno conocido para nosotros y estando en él, podremos seguir soñando mientras nos sentimos a salvo.

Tenemos tanto miedo a lo desconocido que preferimos quedarnos anclados en la infelicidad antes que atrevernos a experimentar. El principal miedo que tenemos es el temor a ser rechazados, a ser abandonados, a no cumplir las expectativas de los demás. Crecemos dentro de unos patrones en los cuales tratamos de encajar porque eso esperan de nosotros la familia, los amigos, nuestro entorno. De este modo nunca lograremos saber quiénes somos realmente y qué es lo que de verdad queremos.

El coaching para saber quién soy

Hay talleres como el Lego Serius Play y el coaching con caballos de Equhos, basados en la experiencia y la realidad que nos permiten conocernos mejor a nosotros mismos. Si te estás preguntando por qué deberías hacerlo, solo te diremos: ¿has visto cuántas personas cuando llegan a ancianas se arrepienten de no haber intentado alguna cosa en su vida?

Quienes deciden apostar por el mundo real y experimentar las vivencias no tendrán este sentimiento de vacío que se da por haber fracasado. Cierto que habrán sufrido fracasos, pero también éxitos. Porque la vida no es otra cosa que una suma de experiencias. Quien no experimenta es como el niño que nunca se hubiera atrevido a levantarse de la cuna y nunca habría aprendido a gatear, ni por supuesto a caminar. Las experiencias o vivencias son la única brújula y el único bastón para tener una vida plena. Un coach puede enseñarte el camino a seguir y tú decidirás si caminas o continuas en tu mundo mental o irreal. ¡Te esperamos!

“Hijos míos:

En nombre del dios de las batallas, prometo la bienaventuranza a los que mueran en el cumplimiento de sus deberes. Si encuentro alguno que faltase a ellos lo haré fusilar sobre la marcha. Y si en su desidia escapase a mis miradas o a las de los valientes oficiales que tengo el honor de mandar, la vergüenza lo persiga mientras arrastre el resto de sus días, miserable y desgraciado”.

                                                                        Cosme Damián Churruca

                                                                        A bordo del San Juan Neponucemo

                                                                                                  21 Octubre de 1805

 

 

“El Amor es la muerte del deber”.

Aemon Targaryen

                                                           

En este artículo que me propongo a escribir sobre el “deber” o los “deberes” que tenemos. Los que nos fijamos o establecemos como personas. Y puestos manos a la obra, vamos a empezar por el principio. El diccionario de la Real Academia de la Lengua dice, en sus distintas definiciones del verbo deber: “Estar obligado a algo por la ley divina, natural o positiva”. “Tener obligación de corresponder a alguien en lo moral”. “Cumplir obligaciones nacidas del respeto, gratitud u otros motivos”.

Así, teniendo claro de lo que hablamos, podríamos hacernos la pregunta de: ¿Cuál es nuestro deber? La respuesta puede parecer obvia: Depende de las circunstancias que rodeen o afecten a la situación que se nos presenta y en la que tenemos que decidir. ¿O, en cambio, nuestro deber sólo depende de nosotros mismos, de nuestras creencias, nuestras costumbres y forma de pensar? ¿Tal vez de nuestro posicionamiento personal, independientemente de las circunstancias?

En siglos pasados, al verse inmerso en un conflicto bélico, la aceptación por parte de un individuo de los riesgos del combate en la guerra incluía para él mismo una recompensa social positiva en términos morales. Ese riesgo podía suponer, a parte de pérdidas materiales y/u otro tipo de sacrificios, incluso la desaparición física del individuo. Éste podía perder su vida a cambio de lo que para él era cumplir con su deber.

Frente al “deber” tenemos una opción que nos lleva a hacer lo que podríamos entender como acatarlo, o darle cumplimiento: “lo que debemos hacer”. Y una opuesta que, de optar por ella, nos llevaría a un comportamiento contrario. Es decir, a faltar al mismo.

¿Cuál tiene más peso en el momento de la decisión de enfrentarnos al “deber”?

La respuesta a esta pregunta nos ofrece la clave, es la llave de otra pregunta, más importante si cabe: ¿Qué elegimos hacer frente al mismo?

Si analizamos la definición, vemos que el concepto de deber está intrincado, cruzado, entretejido, como la urdimbre y la trama de un tapiz, de valores y de creencias, de los que no es posible aislarlo. No solo lo moral y lo social están presentes, sino también la ley (de cualquier naturaleza) así como la gratitud o el respeto. Es un todo unido. Algo que no funciona cuando tratamos de separarlo.

¿Qué ocurre cuando, por ejemplo, enfrentamos el deber a la libertad? ¿O al exceso de libertad, con el que parece, vivimos en nuestra sociedad actual?

¿Qué ocurre cuando chocan? ¿Debiéramos entenderlo como algo jerárquico donde la libertad es el valor supremo, la cúspide hegemónica de los derechos del individuo? ¿Sentimos el deber como una carga incómoda, un pesado inconveniente frente a la libertad?

Según José Antonio Marina, en su libro Los Secretos de la Motivación, “El concepto de deber tiene connotaciones negativas en la cultura occidental moderna”. Parece ser que todo lo que amenaza a la libertad es concebido como un peligro. Como algo subordinado o menor que está a expensas de ese primer valor que hemos erigido como supremo. Esto, según el mismo autor, “…nos está causando serios problemas educativos y sociales”, creándonos una situación conflictiva en nuestra sociedad. Vivimos, como dijo Lipovetsky, en la “sociedad del postdeber”.

Según el mismo autor, existen tres tipos distintos de deberes: Los de coacción (impuestos por la autoridad coactiva). Los de compromiso, que son los que yo fijo en mi vida: Por ejemplo contratos, propósitos, promesas y que se basan, como su propio nombre indica, en la libertad de las partes contratantes. Y un tercer tipo, que son los deberes derivados de un proyecto: Si quiero conseguir algo debo realizar para alcanzarlo una serie de actos de manera obligatoria.

Podríamos entender cierta rebelión frente a los deberes de coacción, pero ¿también frente a los demás, a cualquiera de ellos por igual, en el mismo grado? Entonces es que buscamos resolver la ecuación atendiendo sólo a una de sus partes. Queremos el todo sin cumplir las reglas. Queremos el premio sin hacer lo que “debemos” hacer para conseguirlo.

Y por el camino inventamos atajos insospechados (inútiles e infructuosos) donde nos auto convencemos que nuestras posibilidades de conseguir lo que buscamos se mantienen intactas. Que vamos a lograr alcanzar lo que deseamos solo desde la libertad y sin marcarnos ninguna obligación (deber).

Por ejemplo el caso de los famosos “deberes” de la escuela, que tanto se han denigrado. Suponemos que ningún padre está dispuesto a renunciar a las cotas y objetivos de desarrollo intelectual o cultural que aspira para sus hijos. Pero sí pretende, en un acto de sugestión, que alcance esas metas únicamente a través de la libertad. Y solo con el ejercicio de la misma.

Otro caso digno de reseña sería la libertad de expresión, concepto que creo no terminamos de entender. Que hemos magnificando sin duda, (como todo lo que huele a libertad) y que se ha convertido en un cajón de sastre donde cabe todo. Todo se puede expresar o decir, sin fijarnos en la libertad del otro, y en si cabe o no un espacio de obligado cumplimiento para lo que debemos o no debemos hacer, o decir.

Los tres niveles

En mis talleres, a menudo expongo una escala en la que fijo tres niveles, que son el “debo, tengo y quiero”. Tal y como afirmo en ellos, el quiero podría equivaler a la excelencia: Hacer las cosas desde la voluntad y la decisión libre y personal. Desde la motivación total. En mis formaciones propongo un juego que consiste en utilizar el quiero al referirse a las múltiples tareas que realizan en el día a día y ver si encaja con ellas. ¿Quiero levantarme por la mañana? ¿Quiero ir al trabajo? ¿Salir a cenar esta noche con mi pareja, tan cansado como estoy? ¿O me encaja mejor un “tengo”, o un “debo”, para la mayoría de las acciones que realizo durante el día?

Al reflexionar mientras escribo este artículo, pienso que el querer hacer es un regalo que nos hacemos a nosotros mismos, en forma de «actitud» frente a lo que hacemos o decidimos hacer. También me doy cuenta de que esta escala, básica, carga al deber con una connotación negativa, por varios motivos. Principalmente por encontrarse dentro de la escala, como opuesto de lo positivo.

¿Pero, y si le diésemos la vuelta al argumento, como propone José Antonio Marina, y convirtiésemos el deber en una fuente de motivación? Para ser libre y ejercer mi libertad, también debo cumplir una serie de obligaciones. Siendo quizás la más señalada de ellas, el actuar conforme a mi inteligencia.

Dudo que sea correcto terminar hablando de recuperar el sentido del deber. Pues no creo que sea algo que hayamos perdido definitivamente. Pero sí habría que mirarlo con otros ojos, restituirlo en cuanto y en base a toda la importancia que realmente tiene. Sobre todo en campos tan decisivos como la educación de nuestros hijos.

Quizás, el quiero de mi escala reluzca como algo dorado simple. Básicamente por la existencia del debo, su opuesto negativo, que le da valor y positividad. Cargándolo de deseo.

Quizás también la libertad tenga su opuesto negativo en el deber, aquello que nos sentimos obligados a hacer. Quizás sea esta la única manera de dar significado a un concepto, por la existencia de su opuesto que lo llena de esa significación.

Tal vez sea el momento de revalorizar el deber y darle el lugar, en importancia y en justicia, que siempre ha tenido y que nunca debió perder.

“La raíz más profunda de nuestra alma está cubierta de noche”.

                                                                                    Johann Gottfried Herder.

 

El comienzo del cambio

Quizás todo empezó hace muchos siglos. Con Sócrates y la decisión que tomó, que a la postre resultaría ser una decisión tomada por todos nosotros. O quizás no tuvo un comienzo señalado, una fecha o un momento concreto, sino que ha sido siempre así. Siempre nos ha acompañado, de manera invariable. Hablo del tan recurrente hoy en día “yo soy así”.

Sin duda, fue Sócrates, de todos los grandes filósofos de la antigüedad, el primero en preocuparse, en bucear en ella. En procurar entender nuestra existencia, la vida tal y como la sentimos y vivimos. Buscaba, con su afán de conocimiento, ayudarnos a comprenderla y lograr un mejor vivir, una mayor calidad personal de vida. En esta búsqueda, Sócrates funda la Metafísica, la teoría que sustenta todo su conocimiento sobre el hombre y la vida. Es el más allá (meta) de la naturaleza (physis).

Para ello, el filósofo ateniente tuvo que decantarse por una de las dos grandes propuestas filosóficas de la época. Esta planteaban dos miradas diametralmente opuestas de la realidad.

Por un lado, Parménides, el filósofo de Elea, sostenía que todo lo que existe, todo lo que conocemos, queda integrado en la categoría del “Ser”. Para el que establece unas características determinadas. Este es algo dado, fijo, inmutable, eterno y único, que no puede cambiar. Establece así el filósofo su criterio de la Unidad.

Por otro lado, Heráclito, sostenía una postura completamente opuesta. Para él, todo lo que existe se encuentra en un proceso de permanente devenir, de constante transformación, de puro cambio. La realidad de Heráclito huye de la Unidad Parmesiana para encontrarse regida por la diversidad, la contradicción y la lucha de opuestos. La Unidad es una ficción y el lenguaje, (el logos) el que da sentido, orden y articulación a esa realidad de cambio.

Frente a esta disyuntiva, entre estas dos opciones. Sócrates se decantó por la postura de Parménides y su visión de la realidad única y su “Ser” impedido de todo cambio. En base a este postulado quedó fundada La Metafísica, que más tarde, a través de Platón y Aristóteles primero, y de Santo Tomás y San Agustín después, se asentará de manera hegemónica durante siglos. A través de la filosofía y del cristianismo, en la cultura occidental.

La decisión del cambio en tiempos modernos

Hoy somos herederos de esta decisión filosófica, y de todo el camino recorrido después, a raíz de ella. De su mensaje y del encorsetamiento y la imposibilidad que hemos creído tener respecto al cambio.

De poco parece habernos servido el hecho de que en siglos posteriores, ya adentrados en la Modernidad, otros filósofos hayan propuesto revisar y repensar los principiosmetafísicos. Éstos nos plantean volver a colocarnos en la casilla de salida, en el punto de partida que ocupó Sócrates. Y así elegir la senda marcada por Heráclito. Asumiendo así la transformación y el cambio como perspectiva central de nuestra existencia y nuestra forma de contemplar la vida y el mundo.

Quizás esta “lucha de opuestos”, esta confrontación entre quienes somos y quienes quisiéramos ser, ha quedado para recibir por nuestra parte una solución de manera personal. Enfrentándonos así, como individuos, de uno en uno, al enorme peso de la tradición. En nuestro sentido común seguimos rigiéndonos, de manera incuestionable, desde principios puramente metafísicos. Pero también está al alcance de nuestra mano, una vez hemos tomado conciencia de ello, elegir la opción o el camino contrario al que nos ha sido dado.

De esa elección depende claramente toda nuestra vida. Pasar del conformismo, de la creencia del “yo soy así”, a la rebeldía, al inconformismo, a la declaración de que somos continua transformación, de que podemos fluir hacia nuevas realidades personales. Para así abrazar el cambio como guía y compañero de viaje en nuestra existencia.

En nosotros está… y creo que ha llegado el momento de decidir…

                                                                                                    

                                                                                               “En el futuro lo normal será convencer a la gente con imágenes y emociones más que con argumentos”.

 

                                                                                                                                                             

                  “Ya está. Con el segundo clik aparece en la pantalla el pago aceptado, diciéndome que la compra se ha realizado con éxito. En breve llegará un e-mail con el resumen de la operación, más datos y más confirmaciones. Todo rápido y  fácil..”

 

                Es la última compra de libros para tener material para prepara el taller de formación sobre ventas que estoy diseñando, dirigido a todas aquellas personas, profesionales de la venta (equipos comerciales) o no, que deseen desarrollar y potenciar las habilidades o aptitudes que conforman su perfil comercial, o que simplemente necesiten mejorar sus técnicas. ¿Cómo vender en un mundo online donde internet parece haber desterrado, excluido de la ecuación y casi extinguido la imagen que tenemos del vendedor tradicional? Donde los clientes pueden acceder, a través de sus dispositivos, a una cantidad ingente de información, que pueden manejar con total claridad y efectividad para completar o definir su decisión de compra. Donde las empresas tecnológicas manejan datos infinitos sobre hábitos de consumo, neuro-marketing y comportamiento de sus clientes. Donde todo lo que necesitamos para comprar – y para vender – lo llevamos en nuestro Smartphone, veinticuatro horas al día, al alcance de nuestras manos.

En un escenario así parece desde todo punto de vista descabellado el pensar que habrá alguien con la peregrina idea de asistir a mi formación, o que alguna empresa apueste por contratar mis servicios para este campo. Y sin embargo, frente a este panorama, se elevan muchas voces autorizadas, acompañadas de datos para fundamentar sus afirmaciones, que hablan de lo contrario, del resurgir de la figura del vendedor con pieza fundamental del mercado. En palabras de una de estas voces. “Si alguien escribiera algo acerca de las ventas en la segunda década del siglo XXI, sería el anuncio de un nacimiento”. (1)

Según Daniel H. Pink, la proporción de estadounidenses que se ganan la vida en el sector de las ventas se encuentra en uno de cada nueve. Esta proporción, nos dice, se mantiene invariable para otros países como Australia, Canadá, Reino Unido o el resto de Europa. Pero hay una segunda lectura de estos datos, que viene recogida en su obra “Vender es humano” (Gestión 2000), y que es lo que el autor denomina “ventas sin vender”. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Quién – o quiénes – nos dedicamos, aún sin haberlo sabido hasta ahora, a “vender sin vender”?

¿Conocéis a alguien que de manera habitual, o esporádica, no venda algo a través de las múltiples aplicaciones que existen en internet para objetos usados o de segunda mano? ¿Tenéis actualmente un coche o algún otro vehículo en venta? ¿Algún artículo de bebé – andadores, carritos, cunas,… – a los ya no les deis uso?

Las tecnologías que amenazaban con hacer desaparecer a los comerciales al uso, lo que realmente han propiciado es que muchas más personas, directa o indirectamente, a tiempo parcial o completo, se conviertan en vendedores. Por ejemplo, en la actualidad,  más de setecientos cincuenta mil americanos afirman que Ebay es su fuente primaria o secundaria de ingresos.

Otro caso es el floreciente mercado de las apps, y que solo en Estados Unidos ha generado medio millón de empleos desde que en el año 2007 Apple lanzase su primer iPhone.

Mirémoslo desde otro lado: ¿Nuestro desempeño profesional diario tiene algo que ver con convencer a otros para que se desprendan de lo que tienen (de sus recursos) a cambio de lo que tenéis vosotros? ¿Vuestro día a día laboral depende de alguna manera de vuestra  capacidad para influir, persuadir y mover al cambio a los demás?

Los médicos “venden” diagnósticos y tratamientos, los formadores y docentes, métodos para aprender y mejorar. Los emprendedores tienen que vender su idea. Las parejas se venden planes, salidas u opciones uno al otro. Los miles de trabajadores independientes, autónomos, que se ganan la vida a través de un producto o servicio tienen que “venderlo”, aunque esa no sea su principal actividad. Así, “las grandes empresas, han terminado por descubrir que dividir las funciones asignadas a cada puesto de trabajo no funciona demasiado bien en condiciones económicas inestables y por ello han comenzado a demandar habilidades elásticas que traspasan las fronteras e incluyen el componente comercial”. (2)

Como decíamos anteriormente, uno de cada nueve americanos se dedican a la venta directa como actividad laboral, pero los ocho restantes, siete de ellos se dedican a la venta sin vender.

Y este es el panorama y lo que se está fraguando poco más de dos décadas después de la llegada de internet. La red, que parecía que iba a acabar con el sector de las ventas como tradicionalmente lo hemos conocido –  amenaza que está muy viva en muchas opiniones – no ha hecho más que transfórmalo,  profunda y radicalmente si, y de manera definitiva, pero también lo ha llenado de estímulos, de aire fresco y de nuevas oportunidades.

Las compras online tienen mucho que ver, para la mayoría de las personas que las hacen a diario, con la facilidad, la rapidez y la inmediatez de las mismas. Pero también tienen que ver con la corriente social actual y los hábitos de comportamiento en los que prima cierto aislamiento del individuo, donde las relaciones personales están perdiendo terreno y se han visto reducidas frente a la interacción en las redes sociales y demás aplicaciones de internet. Online también compramos y vendemos expectativas (nos vendemos a nosotros mismos) de relaciones personales a través de las múltiples aplicaciones de citas y búsqueda de pareja que marcan el encuentro personal entre los usuarios como un hito una vez ya avanzado el proceso.

Compramos por internet y nos enfrentamos a diario a una de sus paradojas: El exceso de algo positivo puede llegar a convertirse en un inconveniente, en algo negativo: Por ejemplo la tremenda oferta que tenemos en la red, la abrumadora cantidad de información.

Imaginemos que nos vemos en la necesidad de comprar un automóvil. O quizás sería mejor poner el ejemplo de que alguien cercano nos pide ayuda en este sentido. Tenemos que elegir o ayudar en la elección de un coche para alguien cercano a nosotros. Con ello quizás nos veamos más libres del poder del influjo que ejercen las marcas, pues muchas personas, a la hora de comprar, fieles a su vehículo anterior, tan sólo se plantean cambiar de modelo dentro un mismo fabricante. Tenemos que ponernos en el lugar de esa otra persona. ¿Seríamos capaces de ofrecerle alguna ayuda y sobrevivir al naufragio en un océano de  información saturado de infinitas opciones?

Hemos llegado hasta aquí y ¿Aún no echamos de menos la figura humana de un asesor comercial que nos ayude? Pongamos un ejemplo más:

Un gran porcentaje de las compras que hacemos por internen son de aparatos digitales o electrónicos que tras la compra necesitan una leve instalación para su puesta en funcionamiento. O simplemente, éstos aparatos nos llegan defectuosos, se estropean o no nos proporcionan las prestaciones que esperábamos. En esos momentos, ¿ No hemos deseado, por

encima de todas las cosas, el poder contar con un asesor comercial humano que nos ofrezca una solución?

Muchos de nosotros, en algún momento, hemos tenido como cierta la imagen del vendedor tipo, cargante, insistente, con mucha “labia”, que nos persigue y nos ofrece un producto del que llegamos a desconfiar. Si, los vendedores tienen mala fama: son molestos, agresivos y a veces deshonestos. Hasta tal punto esto es así que muchos profesionales prefieren no decir de una manera directa que se dedican a las ventas.

Pero frente a esta creencia que muchos tenemos, ahora resulta que la mayoría de nosotros también nos dedicamos, como hemos visto, de una u otra manera a las ventas. ¿Cuál es entonces nuestra postura? ¿Cómo nos desenvolvemos en la venta? ¿Qué tipo de vendedor somos? ¿Tenemos claros nuestro valores, nuestro objetivos…? ¿Y nuestras habilidades o capacidades para sacar la venta adelante?

En un mundo digital, en la era del “Big Data”, aún en muchas de las compras que hacemos participa la figura de un vendedor tradicional (Casa, coche, multitud de servicios…). Y la venta no es sino una relación humana, en la que priman aspectos como la comunicación, la atención, la escucha activa y el inevitable componente emocional que rodea a toda interacción humana. Es comprendernos a nosotros mismos para a través de ello poder comprender mejor a los demás. Es entender nuestros valores, nuestras creencias, para poder posicionarnos y tomar las decisiones más convenientes para nosotros, ya nos corresponda la figura de vendedor o de comprador.

Internet no solo ha llegado para quedarse, sino que va a revolucionar nuestras vidas, de manera constante y en progresión geométrica, en los próximos años. Adaptarnos a estos cambios exigirá de nosotros el desarrollo de unas serie de una habilidades, de unas capacidades y unas aptitudes frente a lo nuevo, a lo desconocido. Ahora que podemos todo nuestro negocio en nuestro smartphone, y toda nuestra central de compras, no debemos olvidar que todo, o casi todo continúa dependiendo de nosotros…

 

(1) y (2) Daniel H.Pink. “Vender es humano”. Ed. Gestion 2000.

 

 

“En nuestras aulas y nuestros despachos vemos demasiada obediencia y demasiado poco compromiso. Lo primero te puede ayudar a superar el día, pero solo lo segundo te ayudará a superar la noche.”
Daniel H. Pink

¿Qué significa estar motivado? Según el diccionario de la R.A.E, Motivación se define como el “Conjunto de factores internos o externos que determinan en parte las acciones de una persona”. Además de ésta encontramos otras muchas definiciones, que abordan el tema desde uno u otro punto de vista. Por ejemplo, para otros, la motivación “…es aquello que nos mueve a conseguir cosas”.

 Pero realmente, más allá de una definición concreta, lo que verdaderamente nos interesa de la motivación, el gran hallazgo, es descubrir los resortes o mecanismos para poder activarla y ponerla a funcionar a voluntad, conforme necesitemos servirnos de ella.

¿Cuáles serían entonces esas palancas? ¿Cuál el botón de encendido? ¿Sería idéntico el mecanismo para todos los individuos, o habría diferencias s   egún la formación, ocupaciones, o forma de pensar de los mismos? O quizás la diferencia, si existe, no esté en la persona que busca la motivación, sino en la acción o el campo sobre el que se desea volcar esa motivación: Lo laboral, lo privado, lo físico, lo intelectual… Si la definición que hemos expuesto afirma que determina “en parte” nuestras acciones, ¿qué aspectos intervienen o influyen en la otra parte?

Para dar respuesta a todas estas preguntas podríamos empezar por ver qué conocemos realmente de ella.

La motivación es la tercera habilidad o competencia con que nos dota la inteligencia emocional, después del autoconocimiento y la auto regulación emocional. Y esto nos da una pista muy importante para encontrar respuestas a todas estas preguntas. La verdadera motivación, la que nos mueve de manera efectiva, la que funciona, se sirve de emociones. Y es esa emoción/es a la que va unida la que nos aporta la energía que está intrínseca en la motivación. Es la emoción la que nos activa, la que nos pone en marcha y nos impulsa.

Si es así, si la motivación tiene un componente emocional tan claro, una variación en nuestro estado emocional, un cambio de emoción, por fuerza modificará nuestra motivación, en un sentido positivo o negativo.

Entra así en juego la primera habilidad de la I. Emocional, el Autoconocimiento. ¿Hasta qué punto nos conocemos a nosotros mismos? ¿En qué grado somos capaces de identificar, gestionar y canalizar las emociones presentes en nosotros?

Todos los seres humanos vivimos en un contexto emocional, lo que definimos como estado de ánimo. Esté tiene un carácter estable, continuado en el tiempo, aunque podemos modificarlo e influir sobre él a través de nuestra inteligencia emocional.

A raíz de esto, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que la motivación no se sostiene únicamente en el plano de nuestro pensamiento, a nivel mental, sin el poderoso e imprescindible aporte emocional.

Esto nos explica por qué en muchísimas ocasiones no conseguimos mantener nuestra motivación o nuestras ganas de hacer algo: Porque pretendemos hallar en nuestra mente lo que no vamos encontrar ahí, las respuestas que ésta no puede darnos, pues buscamos en lo racional ese componente emocional imprescindible.

Nos ocurre así que lo que nos motiva, o creemos que nos motiva (en nuestra mente), lo hace únicamente hasta que conseguimos un primer pequeño logro, o sólo hasta poco después de haberlo comenzado, perdiendo todo nuestro empuje tras ese comienzo.

José Antonio Marina, autor de “Los secretos de la motivación” (Ed. Ariel) nos habla de una motivación de inicio para la tarea, que parte de la convicción, del ánimo y la energía que tenemos al plantearnos e iniciar una acción, y la motivación para la tarea, que debemos buscar con posterioridad y que tiene aspectos que pueden no coincidir con la primera y que son relevantes.

La falta de motivación real, de esta motivación de inicio, nos hace hablar sobre una meta o proyecto, ante la que nos declaramos motivados, con energía frente al inicio del mismo, y luego vemos pasar semanas o meses y no lo acometemos.

Detengámonos ahora en analizar esa otra “parte” a la que hacía referencia la definición inicial que manejamos, la otra pieza (o piezas) que hagan que todo esto encaje.

Según Daniel. H. Pink, tres son las claves o pilares de la  motivación y que expone con total claridad en su libro “La sorprendente verdad sobre lo que nos motiva” (Gestión 2000). Según el autor, para la motivación son fundamentales estos tres conceptos: la autonomía, la pericia y la finalidad.

 Vamos a verlos y analizarlos uno a uno.

La autonomía significa poder hacer las cosas a nuestro ritmo, disfrutando de un amplio margen de libertad y decisión en los que incluimos el qué, el cómo y el cuándo hacemos aquello que queremos realizar. Es eliminar trabas y corsés para poder centrarnos en nuestra tarea y potenciar nuestra motivación. Esta autonomía se enfoca de manera clara en la tarea que acometemos, así como en el tiempo que empleamos en ella.

El siguiente aspecto es la pericia o maestría que vamos alcanzando, paulatinamente, durante el desarrollo de la tarea que realizamos. El aumentar el grado de habilidad, de destreza y conocimiento en lo que hacemos nos proporciona, al igual que la autonomía de emplearnos libremente que citábamos antes, un acceso claro y franco a la motivación. El desarrollo de una habilidad puede constituir para nosotros una fuente de motivación en si misma.

Es en este punto en el que debemos introducir una distinción en nuestra exposición, diferenciación que nos lleva a hablar de motivación extrínseca e intrínseca.

La primera de ellas, la extrínseca, como su propio nombre indica, es una fuente de motivación externa, que se encuentra fuera de nosotros y que está basada en el “si/entonces”. Si realizo una serie de tareas o cumplo unos objetivos, entonces recibo una gratificación o una bonificación extra, por encima de lo estándar.

Para Daniel H. Pink esta es la fuente de motivación principal que ha movido el mercado de trabajo durante la práctica totalidad del s. XX y los primeros años del XXI. Como mayores inconvenientes, la motivación extrínseca presenta el hecho de que no fomenta actitudes o capacidades como la creatividad. Se ha demostrado que puede reducir el rendimiento. También, podemos encontrarnos la dificultad de casar una gratificación extra en algunos tipos de trabajo o circunstancias (por ejemplo, donar sangre). El deseo de acceder a la gratificación puede volverse adictivo o llevar a una escala de recompensas cada vez mayores, para que no se desaparezca el estímulo y con él la motivación.

De igual manera, centrarnos en la gratificación que vamos a recibir puede hacer que retiremos nuestra atención del objetivo que tenemos que alcanzar. Nos instala en un pensamiento a corto plazo y puede llevarnos a buscar atajos, hacer trampas o tener una conducta poco ética con tal de alcanzar lo que deseamos.

Frente a esta motivación extrínseca o externa encontramos la motivación intrínseca que es interna y que parte de nosotros. De ella ya hemos analizado dos de sus pilares básicos: La autonomía y la pericia o maestría.

Nos ocuparemos ahora del tercer aspecto clave de la misma: La finalidad. Toda motivación se orienta a un fin o un objetivo. Es lo que deseamos lograr o conseguir. Pero no todas las metas tienen para nosotros una finalidad claramente definida. Entendemos ésta como el “para qué” de lo que hacemos, una pregunta que nos lleva a nuestros valores y a lo más profundo de nosotros mismos. Toda motivación, para ser poderosa y mantenerse en el tiempo, tiene que dar respuesta a una pregunta sobre su finalidad.

Es una actitud vital, que conecta con nuestras emociones y da respuesta a una necesidad profunda y sólida.

Una vez motivados, después de haber cumplido todos estos puntos, es necesario mantener esa motivación en el tiempo, es necesario alimentar y fortalecer la motivación para la tarea de la que hablábamos antes. Son numerosos los motivos o factores ocultos que pueden llegar a lastrarnos o detenernos, a des-motivándonos.

José Antonio Marina nos ofrece la fórmula: “Fuerza de Motivación = deseos + incentivos + facilitadores de la tarea”. (“Los secretos de la motivación”. Ed. Ariel) En ella, encontramos el componente emocional tanto en los deseos como en los facilitadores. Ambos nos son propios y personales: Mi sentimiento de capacidad, mis probabilidades de conseguirlo, etc.

El principal motivo de pérdida de motivación puede ser un cambio en nuestras emociones, o simplemente el hecho de que éstas dejen de acompañarnos en el camino hacia el objetivo. La motivación no puede funcionar sin emociones. Pongamos como ejemplo el hecho de que nos motiva ver a otras personas motivados. Esto es debido a la emoción con la que conectamos a través de la Empatía.

A través de la motivación podemos dar y ofrecer lo mejor que llevamos dentro, nuestra mejor versión. Nos hace rendir al máximo a la vez que disfrutamos con lo que hacemos, dejando nuestro sello personal en ello.

Alcanzarla y gestionarla depende de nosotros. Está en nuestras manos.